La importancia de Ernesto
A mí no me gusta la palabra
tolerancia me refiere a la idea de soportar y yo no me soporto, me
respeto, me asumo como persona y como persona sólo puedo serlo con
las personas sin ellas, las personas tengo claro que me consumo a mi
misma por más que me guste la soledad premeditada.
Esto viene de tiempo atrás para
muchas personas esta nota viene sobrando porque me saben (de sabor)
gratas.
Cuando me preguntan mi origen étnico
invariablemente pongo mestiza e invariablemente las instituciones me
dicen no, es caucásica latina ¿Qué es esa clasificación? Racismo
puro y sistemático. Y me niego a serlo por muchos años me
avergoncé de mi color de piel por traer aparejados privilegios que
me molestan mucho. Ahora reconciliada con mi piel y su color puedo
decir soy mestiza. Si se conoce a mi familia, a la materna verán que
no miento.
Otra clasificación dada desde el
racismo y el clasismo: occidental y esa como cuesta quitársela,
porque no la niego pero si la combato y esto no entraña una
contradicción, más bien una toma de conciencia de la importancia de
mi palabra (negada o en el mejor de los casos tratada como
incivilizada) por un asunto de amor con la palabra reciprocidad y
dialogo no permito que hablen en mi nombre. Y por un principio ético
elemental, no negarme, no hablo por las demás personas y esto me ha
costado la ausencia, dolorosa de mi hermano Ernesto Espejel III con
quien me une de manera cotidiana un lazo plateado de polvo de
estrellas que ni la muerte ha vencido.
Ernesto, ni manito Neto, es un
defensor de los derechos humanos de las personas con infecciones de
transmisión sexual, es un hombre gay asumido en plenitud que decidió
no hacerse la prueba de detección de VIH y nadie de su familia, la
real la que lo conocía y aceptaba lo obligo a realizar dicha prueba.
Lo que a mí me duele es que su decisión fue tomada desde la
negación y la imposición de quien se decía y dice con el derecho
sobre su cuerpo, incluso ya transformado en cenizas. Eso es lo que me
molesta y mucho y me entristece hasta casi no moverme, tarde mucho en
hacer este escrito dado el dolor que me provoca, pero desde hace
tiempo vengo reflexionando sobre hablar por alguien más y me molesta
cuando alguien se asume como protagonista de una historia que no es
suya. Eso lo aprendí de un amigo que compartía cama y discurso con
mi manito Neto y que me presento a mí manito Neto más o menos a
mediados de la década de los ochenta. Cuando me dijo que el
resultado de su prueba de Elisa arrojó como resultado: cero
positivo y que se negaba a recibir cualquier tratamiento. Estalle
furiosa y busque ayuda, una amiga sabia me dijo que era su enfermedad
no la mía, pero a los 19 años eso te cuesta digerirlo. Le dije tú
te niegas a recibir tratamiento yo me niego a cuidar de ti. Busque
más ayuda y busque un hombre con autoridad social y para mi asombro
(yo buscaba argumentos para obligar y hablar en nombre de) me dijo lo
mismo que mi amiga. No acepte y contra argumente. La respuesta fue
contundente. A ti no te gusta que te digan qué hacer con tu vida
¿Por qué quieres hacerlo con la vida de los demás? Ante semejante
ejemplo que vive que vibra en mi cuerpo no entendí pero sentí.
Hoy conozco a mas de dos mujeres
que están en situaciones de alto riesgo desde afuera se ve, ellas no
lo ven (violencia) dadas las herramientas no puedo más que acompañar
y recordar que aun cuando sea muy doloroso no está en mi sentir
hablar por ellas y si ellas quieren hablar de sus procesos y quieren
salir como ellas decidan salir tienen en mi a una amiga y una
buscadora con practica en los laberintos del sistema judicial y otras
maneras, pero no hablando en su nombre.
No porque sería negarme a mí como
persona y convertirme en un ser imposible de existir, un ser sin
darle la debida importancia a mí relato y a Ernesto.
Leticia Priani García (a) Agua en
Movimiento
Agua en Movimiento (a) Leticia
Priani Garcia
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